El aborto es un tema de interés social en el que es habitual que exista confrontación de opiniones. Pero esta confrontación se acentúa aún más cuando se trata del aborto juvenil.
Es frecuente encontrarse con casos de mujeres jóvenes que han quedado embarazadas como fruto de una relación sexual en la que no midieron correctamente las posibles consecuencias de no tomar medidas de protección. El fruto de estos embarazos es generalmente considerado como “no deseado” y por lo tanto, estas chicas suelen ser muy proclives a optar por el aborto como fórmula para solucionar una situación que no saben manejar.
En el caso de los abortos juveniles, también existen otros factores: ausencia de educación sexual, limitaciones económicas, desconocimiento o falta de responsabilidad de los progenitores.
Muchos de los casos de aborto juvenil son consecuencia directa de la falta de respuesta del hombre ante la perspectiva de convertirse en padre. Ese rechazo a sus obligaciones y su falta de compromiso con la madre, lleva a que ésta se vea incapaz de salir por sí sola de una situación que, además de no ser buscada, la supera y rompe completamente sus planes de vida.
Aquí el apoyo de la familia es fundamental. Los padres son una figura clave y su actitud resulta determinante para evitar que su hija pase por un trauma como es el de desprenderse de un hijo a tan corta edad.
También abundan los casos en los que el miedo al qué dirán, a decepcionar a la familia y a quedar marcada de por vida, acaban en la decisión de abortar sin estar preparada psicológicamente para ello.
El aborto, consideraciones morales al margen, debe ser una acción profundamente meditada, discutida abiertamente con los familiares más cercanos y valorarse bajo todas las perspectivas. Es fácil que desde fuera pueda verse como un error, pero han de ser los propios protagonistas y su entorno, los que deben valorar la situación en su conjunto y tomar aquella decisión con la que vayan a sentirse mejor.